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Los girasoles. Durante el verano de 1888, mientras esperaba ansioso la llegada de Gauguin a Arlés, Van Gogh pintó cinco lienzos de girasoles para decorar la Casa Amarilla. Las pinturas fueron creadas casi por completo en amarillo, un color que para Van Gogh significaba felicidad y que encarnaba la luz y el calor de la Provenza. 

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